curiosidades

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La trufa no es un afrodisíaco, pero en ocasiones determinadas hace más tiernas a las mujeres y a los hombres más amables
Anthelme Brillat-Savarin [1755 – 1826]


 
La trufa siempre ha gozado de gran reputación desde las civilizaciones antiguas, ya los atenienses la tenían en gran estima y llegaron a compensar a los hijos de Chérips con la ciudadanía al haberlas cocinado de una manera novedosa y sabrosa.
Según el naturalista Plinio (Siglo I), que consideraba a la trufa como una callosidad de la tierra y milagro de la naturaleza, los romanos para cortarla sólo utilizaban cuchillos de plata.
Galeno la recomendaba para “producir una excitación general que dispone a la voluptuosidad”.
Durante siglos han sido buscadas por su exquisitez y propiedades afrodisíacas, estando reservadas para las mesas de los poderosos, como homenaje tradicional hacia nobles y soberanos.

Pero también han habido detractores a lo largo de la historia del consumo de la trufa, como Ibn Abdum (Siglo XI), que aconsejaba no vender trufas en las proximidades de las mezquitas por ser un fruto buscado por los libertinos o en los escritos de Andrés de Laguna (1510 – 1559) médico del Papa Julio III que atribuye a las trufas muchos de los males físicos y psíquicos que afectan a las personas.

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